20080909

Editorial Gara
Periódicamente, con motivo de reuniones o cumbres de organismos internacionales o países ricos, suena la voz de alarma respecto a la trágica situación de miseria de buena parte de los habitantes del planeta. El hambre, las enfermedades, los desastres ecológicos son calamidades con las que éstos han de convivir. Y esa situación, que dichos organismos y países una y otra vez se comprometen a afrontar, persiste como si fuese inevitable y, al escuchar a los líderes y a los responsables económicos mundiales, da la impresión de que hubiera surgido per se, o del mismo modo que se origina un huracán o una tromba de agua. Y no es casualidad que la retórica de aquéllos conduzca a asociarla con esos fenómenos naturales, habida cuenta de que a nadie se le le suele hacer responsable de ellos.

La brutal subida de los precios de los últimos años ha desembocado este año en el peligro de muerte por inanición de nada menos que cientos de millones de personas. Primero fueron el petróleo y los metales, y posteriormente los alimentos básicos. Los precios de productos como el trigo y el arroz se duplicaron en un año. En las explicaciones que sobre las causas de esa desmedida subida de precios ofrecen los «expertos» no acostumbran a dar datos falsos, pero sí a ocultar algunos, los más esclarecedores, y evitar que salgan a la luz responsabilidades.

La disminución de la producción de cereales en países abastecedores debido a irregularidades climáticas, el aumento del precio del petróleo y, por tanto, del transporte y, en consecuencia, de la propia mercancía o la cada vez mayor demanda de países asiáticos, especialmente China e India, son, efectivamente, causas del alza de los precios de los alimentos. Ahora bien, las grandes empresas del sector no están al margen de esa alza, toda vez que su apuesta fue encarecer los cereales y lograr que los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea subvencionasen la producción de agrocombustibles con el «noble» objetivo de garantizar el abastecimiento de energía de esos países. La consecuencia inmediata, más devastadora que el clima que limita la producción de cereales en Ucrania, fue la utilización de gran parte de productos alimenticios básicos en la industria de los agrocombustibles, con la consiguiente notable disminución de la oferta y la no menos notable subida de los precios. El propio Banco Mundial se hizo eco de esta lamentable constatación, si bien no llegó a publicar su informe, dejando constancia de sus buenos servicios, los que presta a su amo estadounidense.

Ésas son las prioridades del mundo desarrollado, capitalista, que crea multitud de asociaciones humanitarias para con su limosna justificar su inacción frente a las catástrofes humanas, que osa autodenominarse solidario mientras no tiene la más mínima voluntad de solucionar un enorme problema porque, en primer, lugar, éste le procura suculentos negocios, y cuyos gobiernos participan y subvencionan la rapiña con dinero público.

Pero hay más factores que intervienen en la subida de precios de los alimentos, igualmente relacionados con la falta de escrúpulos, como es la especulación, en este caso a costa de la única posesión, la vida, de una parte importante de la Humanidad. Especulación procedente del sector inmobiliario cuando comenzó la crisis de las hipotecas subprime. Y resulta inevitable la observación de que tanto en un sector como en el otro, en el inmobiliario como en el agrario, se especula con los derechos de las personas, derechos que se supone deberían estar garantizados, tal y como proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Neoliberalismo o riqueza a costa de pobreza y muerte de muchos

Mientras, organismos como El Banco Mundial y el FMI ponen trabas al desarrollo de los países más empobrecidos, haciendo competir a pequeños productores contra multinacionales, limitando e incluso anulando la capacidad de autoabastecimiento, creándoles una dependencia absoluta de los mercados mundiales.

La pobreza, el hambre, las enfermedades de tantos y tantos seres humanos son una terrible realidad, más o menos lejana geográficamente, que de vez en cuando se cuela por la ventana del televisor o del periódico para perturbar la tranquilidad de los hogares donde la experiencia de hambre no va más allá de un ayuno ocasional por prescripción médica. Pero, en efecto, no son un desastre natural, sino algo peor, provocado, consentido y favorecido por gobiernos que consideran personas ilegales a quienes huyendo de tanta miseria cierran las puertas y crean leyes para castigar a quien tenga la osadía de intentar salvarse y salvar a los suyos.

Por supuesto que hay alternativa para evitar ese tipo de catástrofes humanitarias, y son las propias organizaciones campesinas quienes la propugnan. La soberanía alimentaria, que asegura la autosuficiencia, las evitaría, pero para ello es indispensable la producción de alimentos en sistemas de diversificación. Sin embargo, los organismos que dicen ayudar a los países empobrecidos, les imponen un sistema económico que facilita esa rapiña y sus trágicas consecuencias.

Ésa es la cara que el neoliberalismo intenta no mostrar, pero la más real.

Noticia relacionada:

Repaso de las causas de la crisis alimentaria mundial
Damien Millet y Eric Toussaint

(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=71754)


20080903

Traducido para Rebelión por Chelo Ramos

Cada vez hay más pruebas del avance del totalitarismo en las corrientes políticas y mediáticas dominantes. Todo el mundo occidental, dirigido por USA, ha apoyado al régimen de Georgia que invadió Osetia del Sur y prácticamente destruyó su capital donde habitan 50.000 personas, asesinó a 1.500 hombres, mujeres y niños, y a docenas de miembros de las fuerzas de paz rusas. USA moviliza una flota naval y aérea hacia las costas de Irán en preparación para el aniquilamiento de un país de 70 millones de habitantes. The New York Times publica un artículo de opinión de un prominente historiador israelí que apoya la incineración nuclear de Irán. Los principales medios de comunicación han orquestado una campaña sistemática de propaganda contra China, en la que apoyan a todos los grupos terroristas y separatistas, e incitan a la opinión pública a favorecer el inicio de una nueva Guerra Fría. No hay duda de que esta nueva ola de agresión imperial y de retórica bélica pretende desviar el descontento local y distraer a la opinión pública de la crisis económica que cada día se profundiza más.

El Financial Times (FT), otrora la voz liberal, ilustrada, de la elite financiera (en contraste con el agresivamente neoconservador Wall Street Journal), se ha rendido ante la tentación totalitaria-militarista. El artículo principal del suplemento del fin de semana del 16/17 de agosto de 2008, “La cara del 11/9”, contiene las declaraciones de un sospechoso de los atentados del 11 de septiembre que fueron obtenidas por la fuerza a lo largo de cinco años de horribles torturas en los confines de prisiones secretas. Como apoyo de sus argumentos, el FT publica una fotografía ampliada de media página que había sido circulada anteriormente por el ex director de la CIA George Tenet, en la que puede verse a un prisionero encorvado, desaliñado, aturdido y peludo. Así lo reseña el texto del escritor, un tal Demetri Sevastopulo. El FT reconoce que actúa como vehículo de propaganda de un programa de la CIA para desacreditar al sospechoso mientras lo juzgan con base en confesiones obtenidas mediante tortura.

De principio a fin, el artículo afirma de manera categórica que el principal acusado, Khaled Sheikh Mohammed, es “el responsable confeso de los ataques del 11 de septiembre.” La primera mitad del artículo está llena de trivialidades, concebidas para darle un toque de interés humano al tribunal y al procedimiento, una extraña mezcla de comentarios que van de la nariz de Khaled al tamaño de la sala.

El punto de partida del FT para condenar al sospechoso es la confesión de Khaled, su “deseo de convertirse en mártir”, el hecho de que haya asumido su propia defensa y de que recite el Corán. El fundamento del caso del gobierno es la confesión de Khaled. Todas las otras “pruebas” eran circunstanciales, rumores, basadas en inferencias derivadas de la participación de Khaled en reuniones en el exterior. La principal fuente de información del FT, un informante anónimo “familiarizado con el programa de interrogación de la CIA”, afirma categóricamente dos hechos cruciales: (1) lo poco que la CIA sabía acerca de Khaled antes de su detención y (2) que Khaled resistió a la tortura más tiempo que otros.

En otras palabras, la única prueba real de la CIA fue arrancada mediante tortura (la CIA admitió haberle aplicado el “submarino”, una técnica infame de tortura que produce sensación de muerte por ahogo). El hecho de que Khaled haya negado repetidamente las acusaciones y que sólo haya confesado después de haber sufrido cinco años de torturas en cárceles secretas, convierte a este juicio en un modelo de estudio de jurisprudencia totalitaria. No es de extrañar que después de haber sido sometido a torturas atroces por los investigadores judiciales de USA y de enfrentar acusaciones basadas en una confesión extraída mediante tortura, Khaled haya rechazado el abogado militar nombrado por el tribunal, un abogado que forma parte de un sistema de cárceles secretas, torturas y juicios con fines propagandísticos. En lugar de considerar a Khaled como un fanático que quiere convertirse en mártir porque rechaza un abogado, debemos reconocer su lucidez al tratar de preservar al menos el limitado espacio en el que se le permite expresar sus creencias y su deseo de morir por esas creencias.

Las confesiones obtenidas mediante tortura no tienen validez en ningún tribunal, especialmente si el prisionero ha estado cinco años incomunicado. La persona que el FT denomina “el superterrorista” basándose en su “deseo de convertirse en mártir”, es una persona que ha sufrido mucho más de lo que puede resistir un ser humano y que quiere la muerte para poner fin a esa horrible existencia infrahumana.

El hecho de que el FT acepte las pruebas obtenidas por la CIA y el ejército mediante coerción coloca a ese periódico en el campo de los que están de acuerdo con el estado totalitario. El giro a la derecha del FT refleja la posición de Europa a favor de la confrontación militar de USA con Rusia y de la carrera armamentista en Polonia, la República Checa, Kosovo, Iraq y Georgia. Al legitimar la tortura, el FT permite que las prácticas judiciales totalitarias, las detenciones arbitrarias, las cárceles secretas, la incomunicación prolongada de prisioneros, la tortura, los juicios propagandísticos y los artículos periodísticos utilizados como tapadera, se conviertan en parte normal de la vida política de occidente. El refinado fascismo inglés es tan feo como su vulgar versión de USA.

El libro más reciente de James Petras se titula Zionism, Militarism and the Decline of US Power (Clarity Press, 2008).

Chelo Ramos es miembro de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
Fidel Castro. Reflexiones