20070316

El transporte y la contaminación ideológica

El autor defiende en este artículo que la publicidad sigue siendo un espacio cerrado a las campañas de concienciación sobre los efectos perniciosos del automóvil.


Mientras que las Administraciones Públicas destinan cada vez más recursos a promover cambios de hábitos sociales para hacer frente a los grandes problemas ambientales generados por un modelo de movilidad dominado por el vehículo motorizado privado, la dependencia y el deseo de posesión de este objeto se potencian incesantemente en los medios de comunicación, especialmente a través de la publicidad. Miles de millones de euros se destinan anualmente, en toda Europa, a la promoción del uso del coche, generando un imaginario donde éste pasa a representar ciertos valores simbólicos y expresivos, como la identidad, la imagen o el prestigio social del usuario. El Observatorio de la Publicidad de la Movilidad Sostenible -formado principalmente por miembros de la Coordinadora Estatal ConBici- es una iniciativa que se propone como canal de comunicación, elemento de intervención y foro de debate y reflexión sobre los contenidos de la publicidad y los medios de comunicación que hacen referencia, de una u otra manera, a los diferentes aspectos sociales, ambientales, culturales, económicos, etc., de la movilidad.
La movilidad sostenible tiene que luchar contra la poderosa máquina publicitaria puesta a disposición del automóvil en los medios de comunicación: es el objeto de consumo que mayor inversión publicitaria recibe a escala mundial. Desde la publicidad y también desde el cine, se exaltan usos del automóvil que fomentan actitudes y hábitos indeseables. Los contenidos publicitarios reflejan, a veces de manera muy explícita, una de las formas de contaminación más peligrosa y dañina: “la contaminación ideológica”. Todos los periódicos dedican una sección al mundo del Motor desde donde se hacen verdaderos ditirambos a los últimos modelos de automóvil lanzados al mercado, por cierto sin que aparezca por ningún sitio el aviso de ‘publicidad’. Se trata uno de los más escandalosos casos de publicidad encubierta que podemos encontrar en los medios.
El uso abusivo del vehículo privado motorizado es el mayor responsable de esta situación y en todos los estudios se revela como uno de los medios de transporte más ineficientes, tanto desde un punto de vista energético como de ocupación de espacio público, a la vez que genera una mayor tasa de contaminación y de coste social. No obstante, debido a la presión comercial de las diferentes marcas de coches, la obsesión por este ‘objeto de deseo’ no hace más que crecer, de la mano de una acción publicitaria sin precedentes y que no repara en gastos. Las compañías fabricantes tienen, por tanto, una responsabilidad social en lo que se refiere a la exaltación y mantenimiento de determinados comportamientos contrarios a la racionalidad en el uso de los vehículos a motor y a los criterios de movilidad sostenible.


El coche devora la ciudad... y el tiempo
Elena Díaz , miembro de Ecologistas en Acción.


Hace ya tiempo que los problemas que ocasiona el uso del automóvil han empezado a hacerse visibles, sobre todo en las ciudades, aunque bien es verdad que la percepción de los mismos, siempre ocultada por una ideología social que eleva al coche a los altares del consumismo y del triunfo social, dista mucho de ser objetiva y se queda a años luz de su implacable realidad.
Pero los datos son tercos e imponen su ley. Año tras año se superan los récords de venta de coches (más de un millón y medio al año) y la movilidad motorizada crece a un ritmo desbocado, muy por encima del PIB, del empleo o de cualquier sector económico, agravándose los problemas que ocasiona.
El más visible de ellos es la congestión (que sólo es un síntoma de la enfermedad del transporte). Los políticos han tratado el síntoma construyendo más carreteras, es decir, generando más tráfico y agravando la enfermedad, haciendo realidad aquella frase de Quevedo de que “peor que estar enfermo es tener un mal médico”. Por ello, no dejan de crecer otros síntomas más preocupantes como son la contaminación del aire, el ruido o los accidentes, nebulosamente visibles para el conjunto de la ciudadanía y aceptados como el necesario precio a pagar por el progreso que nos depara el automóvil.
Otro tipo de problemas, como el consumo de petróleo (casi la mitad del consumo total en un escenario de precios en alza y futura escasez) y las emisiones de CO2 resultantes (crecen a un ritmo de 4% al año) quedan más en la sombra, porque ponen en evidencia no sólo la insostenibilidad ecológica del sistema de transporte, sino también su inviabilidad a medio y largo plazo.
Pero el coche ha producido también cambios en nuestro modo de vida que nos hacen pensar en él erróneamente como la solución y no como el problema. La expansión de la urbanización, que crea ciudades difusas, donde residencia, comercio, trabajo y ocio están esparcidos por el territorio -con su consiguiente ocupación y degradación- ha provocado un incremento de los viajes en coche: el automóvil crea distancias que sólo él puede recorrer. Como consecuencia, no sólo se va destruyendo la vida urbana (centros congestionados y periferias desalmadas, con calles vacías de vida), sino que pagamos un alto precio en forma de tiempo que dedicamos a transportarnos. Paradójicamente, la posibilidad de viajar rápidamente en nuestro propio vehículo nos ha proporcionado un aumento de las distancias a recorrer y del tiempo empleado en transportarnos.
Cuando Henry Ford propuso resolver los problemas de la ciudad abandonándolas “para vivir entre flores, lejos de las calles abarrotadas”, sabía muy bien lo que se proponía: vender más automóviles. Pero, a pesar de la publicidad, no todo el mundo tiene coche. El automóvil no es un derecho, sino un privilegio de pocos; no puede ser ni será nunca un transporte universal, ya que excluye a amplias capas de la población -niños, ancianos, discapacitados, mujeres y hombres sin carné o sin recursos económicos- que a medida que el coche se impone ven disminuir sus posibilidades de movilidad y de autonomía.


Menos coches, mejor clima
La contribución del transporte urbano al cambio climático es enorme. La mitad de las emisiones debidas al transporte que provocan el calentamiento global se producen en las ciudades. Por este motivo, Ecologistas en Acción señala que las actuaciones dirigidas a mejorar la sostenibilidad del transporte urbano son de vital importancia.
Este año la convocatoria del Día sin Coches y de la Semana de la Movilidad reviste una particular importancia, ya que el tema central es el cambio climático. Según un amplio consenso científico, el cambio climático es el problema ambiental y social más importante al que se enfrenta la humanidad. Además, España es uno de los países europeos en los que se prevé que las consecuencias del cambio climático serán más dramáticas.
Enlaces relacionados:

No hay comentarios:

Fidel Castro. Reflexiones